lunes, 8 de julio de 2024

Artritis psoriásica

 

Autor/a: Simon Hackett, Alexis Ogdie ay Laura C. Coates  Ther Adv Musculoskel Dis 2022, Vol. 14: 113

Introducción

La artritis psoriásica (AP) es una condición heterogénea con afectación musculoesquelética que se manifiesta con síntomas diversos como artritis, dactilitis, entesitis y afectación axial. Además de los síntomas musculoesqueléticos, hasta el 30% de los pacientes tienen psoriasis o enfermedad ungular coexistentes.

La artritis psoriásica (AP) fue definida por primera vez por Moll y Wright en la década de 1970 como “artritis inflamatoria en presencia de psoriasis con ausencia habitual de factor reumatoide”. A pesar de que han pasado casi 50 años desde la primera descripción clínica, el diagnóstico sigue siendo un desafío para los médicos debido a la falta de criterios diagnósticos validados, la naturaleza heterogénea de la afección y la mala identificación de la enfermedad, particularmente en pacientes vulnerables.

En la actualidad, el diagnóstico se basa en la identificación de los signos y síntomas clínicos, evaluados en múltiples dominios, sobre la base de criterios de clasificación. Aunque los criterios de clasificación desarrollados han sido bien validados en la enfermedad establecida, todavía existe la necesidad de la identificación temprana mediante el uso de biomarcadores diagnósticos.

En los últimos años, los tratamientos farmacológicos para la AP se han expandido exponencialmente, aunque los efectos terapéuticos a largo plazo se basan, en gran medida, en la experiencia clínica y no en un extenso análisis basado en ensayos directos. Durante las últimas dos décadas, los tratamientos sintomáticos han evolucionado, desde los fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FARME) tradicionales hasta las terapias biológicas dirigidas.

Aunque el desarrollo de terapias biológicas revolucionó el tratamiento de la AP y mejoró los resultados, la predicción y la medición de los resultados terapéuticos en los pacientes sigue siendo un desafío. Por otra parte, existe un consenso creciente de que es posible identificar y tratar la enfermedad antes de que se desarrollen las características clínicas, lo que posibilitaría una intervención temprana con el objetivo de prevenir la enfermedad.

Diagnóstico y derivación

La prevalencia informada de artritis psoriásica (AP) a nivel mundial es del 0,3% al 1% aunque los estudios realizados en todo el mundo a menudo tienen diferencias significativas, lo que refleja diferencias metodológicas, incluyendo las variaciones en las clasificaciones utilizadas, uso de algoritmos de codificación y diagnóstico incorrectos, utilizando criterios de baja sensibilidad como los definidos por la normativa del European Spondyloarthropathy Study Group. Estos factores hacen que sea muy difícil comparar las diferencias en la prevalencia entre los estudios. A pesar de los importantes avances en la comprensión de la fisiopatología de la AP en las últimas décadas, el diagnóstico sigue siendo un probloemático.

Se estima que casi el 50% de los casos en clínicas de atención primaria y secundaria no están reconocidos.

No hay criterios diagnósticos disponibles para la AP. En 2006 se desarrollaron los criterios de la ClASsification of Psoriatic ARthritis (CISPAR) para ayudar a estandarizar la inclusión de una población homogénea de pacientes en los ensayos, y ha quedado bien demostrado que posee sensibilidad y especificidad elevadas. Sin embargo, los criterios de clasificación favorecen la especificidad sobre la sensibilidad y no brindan el diagnóstico. Los pacientes a menudo viven una “odisea de diagnóstico”, con retrasos en la identificación de enfermedades y la consecuente y pronta derivación a atención secundaria.

Los marcadores inflamatorios como la proteína C reactiva y la velocidad de eritrosedimentación son normales en casi el 50% de los pacientes.

Actualmente, no se han identificado biomarcadores séricos que puedan correlacionarse con el diagnóstico. Un estudio reciente analizó retrospectivamente los marcadores serológicos y las comorbilidades en 629 pacientes con psoriasis, incluyendo 102 con AP.

Se analizaron diversos marcadores serológicos, incluyendo los autoanticuerpos antiantígenos nucleares extraíbles, antifosfolípidos y anticitoplasma de neutrófilos, así como parámetros hematológicos e inflamatorios. Ningún marcador serológico fue capaz de distinguir a los pacientes con AP, aunque curiosamente, ciertas comorbilidades fueron más prevalentes en la población con AP. Otros estudios han examinado el papel potencial de las quimiocinas como biomarcadores de diagnóstico.

En 2016, Abji et al. informaron que los niveles de CXCL10 están elevados en pacientes que desarrollan AP en comparación con aquellos con psoriasis sin AP al inicio del estudio. En 2020, el mismo grupo demostró que los niveles de CXCL10 caen después de la aparición de la artritis. Los autores sugirieron que sus hallazgos justifican investigar más el valor predictivo de CXCL10 en el diagnóstico de AP. En definitiva, dicen, el diagnóstico oportuno y la intervención temprana son críticos en la AP, ya que hay estudios que muestran que un tratamiento agresivo de la AP mejora en gran medida los resultados de la actividad de la enfermedad, reduciendo la discapacidad y el daño a largo plazo.

Identificación temprana de los pacientes

La mayoría de los pacientes con artritis psoriásica (AP) presentan características heterogéneas de la enfermedad, que pueden incluir la afectación de la piel y las uñas, dactilitis, entesitis, espondilitis y artritis. La identificación y diagnóstico posterior de la AP se basan en hallazgos clínicos y no en hallazgos bioquímicos o radiológicos estrictos, lo que a menudo dificulta la identificación.

El primer paso para el diagnóstico de la AP suele ser la autoidentificación de los síntomas.

La mayoría de los pacientes con AP también tienen psoriasis preexistente. Sin embargo, los estudios han demostrado que hay muchos casos establecidos de AP que permanecen sin identificar durante algún tiempo, a pesar del diagnóstico confirmado de psoriasis. Se ha sugerido que la falta de un diagnóstico establecido puede deberse a la escasa comprensión del vínculo entre la piel y la artritis, falta de educación reumatológica de las personas con psoriasis y de los médicos de atención primaria y dermatólogos tratantes.

Para ayudar a impulsar el diagnóstico temprano de este grupo de pacientes "en riesgo", la reciente orientación del National Institute Health and Care Excellence (NICE) para el manejo de la psoriasis recomienda el cribado anual de la AP en los pacientes con psoriasis, tanto en atención primaria como en secundaria. Junto a la orientación para los profesionales de la salud, los intentos de mejorar la selección, como así la distribución de material educativo a los pacientes con psoriasis, puede ayudar a mejorar la asistencia a las pruebas de detección, ya que el momento de la evolución de la enfermedad en el que debe hacerse el cribado también es importante.

Un estudio reciente mostró que los médicos asociados y los enfermeros practicantes en clínicas dermatológicas y de atención primaria, a menudo son los primeros en ver a los pacientes con psoriasis y, por lo tanto, están en una posición ideal para protegerlos de la AP y derivarlos a un reumatólogo.

Aunque el cribado es una herramienta potencialmente útil para identificar a los pacientes con AP, es probable que esté restringida únicamente a los pacientes con psoriasis. La sintomatología compleja de la AP hace que su identificación en atención primaria a menudo sea baja. Una encuesta (Multinational Assessment of Psoriasis and Psoriatic Arthritis ) realizada a 391 dermatólogos y 390 reumatólogos de EE. UU y Europa mostró que >75% declaró que la AP sea probablemente infradiagnosticada debido a una falta de reconocimiento de la conexión que existe entre la piel y los síntomas articulares.

Para abordar el déficit educativo potencial entre los médicos de atención primaria y otros profesionales de la salud, se ha sugerido que las autoridades sanitarias y sociedades académicas deberían crear Campañas de sensibilización dirigidas a los médicos de atención primaria y dermatólogos sobre los síntomas de la AP, con el fin de mejorar la comprensión de la enfermedad.

Mejorar las vías de derivación y diagnóstico de la artritis psoriásica

El diagnóstico temprano es clave para mejorar los resultados en los pacientes con AP, ya que permite iniciar rápidamente un tratamiento agresivo y dirigido, con antiinflamatorios y modificadores de la enfermedad como el metotrexato o productos biológicos, que dan como resultado una reducción de la progresión del daño articular.

De hecho, en 2018, el American College of Rheumatology/National Psoriasis Foundation Guideline for the Treatment of PsA establecieron que el comienzo temprano de la terapia es fundamental para mejorar los resultados a largo plazo, lo que sugiere la existencia de una ventana de oportunidad clave para el diagnóstico y la intervención en pacientes con AP. Sin embargo, a pesar de la abrumadora evidencia de la importancia de la derivación temprana, es común la derivación tardía y el posterior retraso en el diagnóstico de las artritis inflamatorias, incluida la AP.

Un estudio reciente examinó el retraso diagnóstico en pacientes con artritis psoriásica (AP) que utilizan datos de National Clinical Audit for Rheumatoid and Early Inflammatory Arthritis realizado por la Sociedad Británica de Reumatología. El análisis demostró que los pacientes con AP tuvieron un retraso significativamente mayor hasta la presentación y el diagnóstico que aquellos con artritis reumatoidea, con una tardanza medio de la derivación de 5,4 semanas posteriores a la consulta con su médico general, en comparación con 4,0 semanas para los pacientes con artritis reumatoidea.

Con el fin de ayudar a reforzar la importancia de la derivación, se han propuesto varias medidas para ayudar a reducir el retraso en el diagnóstico. Se han desarrollado guías de atención estándar, como la European League Against Rheumatism (EULAR), para ayudar a los pacientes a que acepten que su médico de atención primaria los derive pronto a un reumatólogo por sospecha de AP. Además de la atención de orientación estándar, para la pronta derivación al especialista es importante la atención multidisciplinaria.

Recientemente, una de las recomendaciones sugeridas es la utilización de 12 puntos que mejoran la colaboración entre dermatólogos, médicos de atención primaria y reumatólogos, que pueden ser clave para reducir la tardanza en el diagnóstico de la AP (ver cuadro). Los autores sugirieron que esto puede tomar la forma de vías de derivación estándar, reuniones del equipo multidisciplinario, clínicas combinadas de acceso rápido, en las que el paciente sea visto por varios especialistas al mismo tiempo.

Para ayudar a facilitar estas vías de derivación se han validado varias pruebas de detección, como Psoriatic Arthritis UnclutteRed Screening Evaluation (PURE-4), Psoriatic Arthritis Screening and  Evaluation (PASE) y Psoriasis Epidemiology Screening Tool (PEST), las que pueden ayudar a los médicos a agilizar las derivaciones de pacientes en riesgo. Aunque el retraso en el diagnóstico sigue siendo un problema para los pacientes con AP.

Un estudio dinamarqués publicado en 2015 demostró que entre 2000 y 2011 hubo una reducción importante del retraso diagnóstico en pacientes con artritis inflamatoria, incluida la AP. Aunque esto sugiere que puede haber mayor conciencia de la importancia del diagnóstico temprano de la AP, los hallazgos fueron solo en un país, y en los sistemas de salud de países con niveles de integración entre especialidades más bajos, estas observaciones pueden no traducirse a otras poblaciones. Por lo tanto, es importante que las clínicas combinadas de dermatólogos y reumatólogos se centren en la detección de pacientes con psoriasis, lo que a su vez puede impulsar un diagnóstico más temprano.

Puntos de acción

1. Fomentar la evaluación y educación periódicas de paciente en riesgo, como aquellos con psoriasis.

2. Garantizar que las oportunidades educativas apunten a la derivación localizada y las vías diagnósticas.

3. Promover la concientización y colaboración entre los profesionales de la salud, incluidos los médicos de atención primaria, dermatólogos y otros profesionales de la salud afines.

Tratamiento y manejo de la artritis psoriásica

Durante los últimos 20 años, las opciones terapéuticas para condiciones reumatológicas como la artritis psoriásica (AP) han evolucionado a un ritmo considerable. En la última década, el tratamiento se ha alejado de los FARME tradicionales, como el metotrexato, hacia el desarrollo de terapias biológicas, como los inhibidores del factor de necrosis tumoral (TNF), los Inhibidores de interleucinas (IL)-12; IL-23 e IL-17), que en una serie de ensayos clínicos han demostrado ser muy eficaces.

La elección del tratamiento varía según la guía: EULAR recomienda el uso del inhibidor del TNF ustekinumab, y de los inhibidores de IL-17 para la artritis periférica que no responde a los FARME. Las recomendaciones terapéuticas de EULAR ayudan en la toma de decisiones y el abordaje del espectro de los fenotipos de la enfermedad observados en los pacientes con AP. Sin embargo, los autores señalan que las pautas deberán ser actualizadas regularmente, a la luz de los datos de los tratamientos emergentes. A diferencia de EULAR, las guías ACR recomiendan, como tratamiento de primera línea, a los inhibidores del TNF más que los FARME orales, como “tratamiento dirigido”.

Las guías de ACR sugieren que este enfoque para el tratamiento temprano con inhibidores del TNF podría retrasar o evitar el daño irreversible de la articulación que ocurre en pacientes con AP, ayudando a mejorar la calidad de vida. Además de las guías terapéuticas EULAR y ACR, en 2015, el Group for the Research and Assessment of Psoriasis and Psoriatic Arthritis (GRAPPA) desarrolló recomendaciones de tratamiento, que fueron actualizadas en 2021, en base a la aparición de nuevos datos de tratamiento y terapéutica.

Los autores sugirieron considerar cuáles dominios están involucrados, así como la preferencia del paciente y cualquier terapia previa o concomitante.

Por otra parte, la elección de la terapia debe abordar el tratamiento en tantos dominios como sea posible (artritis periférica, enfermedad axial, entesitis, dactilitis, piel y uñas). Junto a estos factores se deben considerar las comorbilidades y cualquier otra condición asociada porque pueden afectar la elección de la terapia. Después del inicio del tratamiento, los pacientes deben ser reevaluados periódicamente y la terapia modificada según necesidad.

Sin embargo, a pesar de la variedad de opciones terapéuticas y la eficacia duradera de las terapias, junto con lineamientos cuidadosamente considerados, la predicción de la respuesta al tratamiento dirigido sigue siendo un problema sin resolver. Por otra parte, no está claro por qué ciertos tratamientos no logran controlar la enfermedad adecuadamente en ciertos pacientes. Además de predecir las respuestas al tratamiento, la determinación e implementación del manejo no farmacológico de los pacientes con AP sigue siendo una prioridad para el futuro.

Predicción de la respuesta al tratamiento: ¿un papel para la medicina de precisión?

La medicina de precisión se define como “un enfoque de medicina emergente del tratamiento y la prevención de las enfermedades que consideran la variabilidad individual genética, ambiental y del estilo de vida. Aunque la medicina de precisión ha sido aplicada en otras áreas de la enfermedad, por ejemplo, la determinación del estado de Her2 en pacientes con cáncer de mama, el uso de la medicina de precisión en reumatología sigue estando en pañales. La AP presenta una oportunidad única para aplicar un enfoque terapéutico racionalizado basado en objetivos, mediante la aplicación de la medicina personalizada.

Numerosos estudios han intentado dilucidar los componentes inmunológicos que sustentan la AP, que han ayudado a impulsar el desarrollo de terapias como el ustekinumab. Aunque los pacientes demuestran una desregulación inmunológica común , como la activación manifiesta de Th17, el inmunofenotipo individual es único e impulsado por una variedad de factores genéticos, ambientales y diferencias tisulares específicas. Por lo tanto, es probable que el inmunofenotipo individual influya en la respuesta a los tratamientos.

Se ha demostrado que esto influyó en un estudio que examinó el uso de la identificación del inmunofenotipo para orientar la elección de la terapia biológica en pacientes con AP. En un estudio de 64 pacientes con AP, la mitad de los pacientes mostró el fenotipo de los linfocitos, lo que orientó el tratamiento hacia el ustekinumab para pacientes con estado de dominancia Th1a activado, secukinumab para pacientes con estado de dominancia Th17 activado y adalimumab o infliximab para pacientes con estado Th1/Th17-hiperactivado.

La otra mitad de los pacientes fue manejada de acuerdo con los agentes biológicos, preferidos, tanto por el médico como por el paciente. En todos los pacientes, la actividad de la enfermedad se evaluó utilizando el índice de actividad de la enfermedad simplificado (SDAI, por sus siglas en inglés), así como las áreas de psoriasis y el índice de gravedad.

Después de 6 meses, la baja tasa de actividad de la enfermedad según el SDAI, a los 6 meses, fue significativamente mayor en el grupo de tratamiento biológico estratégico comparado con el tratamiento biológico preferido por médicos y/o pacientes. Estos hallazgos optimistas sugieren que la mayor aclaración de las vías involucradas en la desregulación inmune en pacientes con AP puede permitir la tipificación fenotípica para guiar el tratamiento adecuado, en muestras de sangre periférica. Aunque esto ofrece un enfoque potencialmente atractivo para personalizar el tratamiento de pacientes con AP, queda por determinar si la tipificación fenotípica puede reflejar con precisión la gravedad de la enfermedad de diversos tejidos.

Para caracterizar aún más las posibles correlaciones, otras áreas de enfermedades como la artritis reumatoidea han explorado el uso de enfoques colaborativos como la formación del consorcio Maximizing Therapeutic Utility in RA (MATURA). Un enfoque similar para la AP puede ayudar a determinar el análisis del mundo real de sangre periférica recolectada de grandes cohortes de pacientes, que luego son seguidos para evaluar la respuesta, para identificar inmunofenotipos predictivos de respuesta, junto con otros factores que se correlacionan con los resultados del tratamiento. Actualmente, junto con las medidas predictivas para pronosticar la respuesta al tratamiento se está desarrollando una variedad de nuevas terapias.

Manejo holístico del paciente con artritis psoriásica: más allá de la farmacología

Además de los tratamientos farmacológicos existe cada vez más evidencia que sugiere que es muy importante el manejo holístico de la enfermedad en pacientes de reumatología, particularmente respecto del manejo de la calidad de vida y la carga psicosocial asociada a la AP. El papel de otros profesionales de la salud en el manejo de los pacientes con AP abarca una variedad de dominios incluida la atención multidisciplinaria, tratamiento psicológico y manejo del dolor.

Las pautas actuales emitidas por el enfoque EULAR apoyan el manejo de la AP principalmente desde la perspectiva reumatológica. Sin embargo, es bueno reconocer que otros profesionales de la salud, incluidos los médicos de atención primaria y los dermatólogos, representan un papel importante en el tratamiento y el manejo de los pacientes con AP. Junto con el manejo de los síntomas articulares y cutáneos, se ha demostrado que la carga de comorbilidad en los pacientes con AP es significativamente mayor que en la población general, con mayor prevalencia de hiperlipidemia, hipertensión y enfermedad inflamatoria intestinal.

En comparación con la población general, los pacientes con artritis psoriásica (AP) tienen un 55% más de riesgo de desarrollar un evento cardiovascular, con una prevalencia significativamente mayor de infarto de miocardio, enfermedades cerebrovasculares e insuficiencia cardiaca.

Por otra parte, los pacientes con artritis psoriásica (AP) parecen tener mayor riesgo cardiovascular en comparación con los pacientes que solo tiene psoriasis. Se ha desarrollado una hipótesis que dice que el estado inflamatorio crónico característico de la AP contribuye al aumento de la carga de comorbilidad observada en los pacientes.

Por lo tanto, la naturaleza multisistémica de la artritis psoriásica (AP) requiere que los pacientes sean manejados y atendidos por múltiples especialistas. Es probable que el modelo en evolución del enfoque multidisciplinario integre la atención primaria a la lista de profesionales de la salud. Los autores consideran que hay que tener en cuenta que, probablemente, los enfoques serán dictados por los sistemas de atención médica locales y asignaciones de recursos.

La artritis psoriásica (AP) se asocia con una considerable carga psicosocial.

De hecho, estudios previos han demostrado que los pacientes con AP no solo tienen una calidad de vida considerablemente peor en comparación con la población general sino que la calidad de vida y el estado funcional también son considerablemente peores en comparación con los pacientes con psoriasis o artritis reumatoidea. Un estudio reciente sugirió que el tratamiento de la AP y el dolor asociado no puede ser efectivo sin abordar todos los factores psicosociales, incluido el manejo simultáneo de los problemas psicológicos. Es claro, dicen, que los problemas cutáneos y articulares pueden ser abordados por el dermatólogo y el reumatólogo, mientras que los problemas psicológicos tendrán que ser evaluados por un psicólogo.

Por otra parte, un estudio de sección transversal realizado en 131 clínicas ambulatorias de AP mostró fatiga, trastornos del sueño, ansiedad/depresión, deterioro de la función física, desempleo y presencia de comorbilidades, independientemente asociadas con el deterioro de la calidad de vida relacionada con la salud. Además de reconocer esta carga de enfermedad que enfrentan los pacientes, una pregunta importante que los reumatólogos deben tener en cuenta es: ¿qué papel representa, si es que así sucede, el ambiente proinflamatorio en cuanto a su contribución a la mayor carga psicosocial observada en pacientes con AP? Los estudios han demostrado que hay ciertas citocinas inflamatorias, incluidas IL-6 e IL-12, que representan un papel en el desarrollo de la depresión.

El tratamiento temprano agresivo de pacientes con AP dirigido a las citocinas clave involucradas en los componentes neuroinflamatorios de la depresión puede resultar en un posible curso de acción en el manejo de los cambios de humor.

Es de destacar que en otras artritis inflamatorias, como la artritis reumatoidea, los síntomas depresivos permanentes se correlacionan con respuestas reducidas al tratamiento, respecto del control de la enfermedad.

Estos hallazgos también se han observado en un estudio multicéntrico prospectivo noruego, de pacientes con AP, depresión y ansiedad, que redujeron la probabilidad de remisión conjunta después del tratamiento. la extrapolación de los datos de este estudio a pacientes con AP permite argumentar que el abordaje de cualquier cambio de humor temprano después del diagnóstico debe ser una prioridad en la prestación de la atención integral de los pacientes. En última instancia, estos hallazgos resaltan la importancia del manejo psicosocial de los pacientes y, lo que es más importante, dada la naturaleza crónica de la AP, sugiere que los pacientes deben ser evaluados periódicamente, en particular, tras cualquier aumento de actividad de la enfermedad.

A pesar de la prevalencia del dolor en pacientes con AP, los ensayos terapéuticos no siempre han informado específicamente al dolor como resultado, aunque ensayos más recientes, como el estudio FUTURE 2, han demostrado que el tratamiento con secukinumab ofrece una reducción significativa y sostenida del dolor durante un período de 2 años. Incluso con el desarrollo y el uso de FARME y productos biológicos, el tratamiento del dolor persistente es un problema importante para resolver en pacientes con AP.

En un estudio de EULAR, un cuestionario, el Psoriatic Arthritis Impact of Disease (PsAID) identificó al dolor como el dominio de salud más importante que afecta la calidad de vida relacionada con la salud. Alrededor de un tercio de los pacientes con AP que reciben tratamiento biológico reportan dolor leve o nulo, un tercio, dolor moderado y el tercio resultante, dolor severo.

El dolor es claramente común en los pacientes con artritis psoriásica (AP) que reciben tratamiento. Cuanto más intenso es, mayor es el impacto en el funcionamiento físico, la productividad laboral y el compromiso con las actividades. Incluso con la mejoría de los síntomas del dolor en pacientes con AP tratados, el mejoramiento de la calidad de vida requiere que el tratamiento sea rápido, eficaz y prolongado.

Para el dolor refractario o difícil de controlar debe considerarse la derivación inmediata a especialistas en dolor, desde un enfoque de manejo multidisciplinario. Para ayudar a racionalizar los enfoques para el manejo del dolor, también hacen falta más estudios para redactar guías de consenso sobre las estrategias óptimas para el manejo del dolor en pacientes con AP.

Puntos de acción:

1. La implementación de un manejo multidisciplinario de los pacientes con AP debe seguir siendo una prioridad en todos los departamentos de reumatología

2.Considerar la incorporación periódica de los resultados psicológicos. y el manejo del dolor en ensayos de diseños clínicos

3. Considerar la posibilidad de derivar rápidamente a especialistas en dolor, cuando el dolor permanece incontrolado

4. Se deben desarrollar guías para el manejo óptimo del dolor en pacientes con AP utilizando evidencia emergente de ensayos recientes

Evaluación de la actividad de la enfermedad en la artritis psoriásica

La evaluación de la actividad de la enfermedad es fundamental para orientar el tratamiento. En los últimos años, se ha desarrollado una gama de sistemas de puntaje compuestos, para evaluar de forma precisa y confiable la enfermedad. Sin embargo, a pesar de la creación de herramientas de evaluación, como la Minimal Disease Activity (MDA), el Psoriatic Arthritis Disease Activity Score (PASDAS) y el Disease Activity Index for Psoriatic Arthritis (DAPSA), la heterogeneidad inherente a la AP hace que la traducción de tales síntomas a un método validado que sea relevante para todas las mediciones es muy difícil.

Por lo tanto, un tema de gran interés es el desarrollo de nuevas herramientas para evaluar la actividad de la enfermedad a través de biomarcadores y enfoques de base tecnológica es. Estas evaluaciones también pueden ayudar a dirigir la atención y actuar como herramienta de clasificación; Por ejemplo, si el paciente necesita ser atendido con prontitud o en una visita más adelante.

Biomarcadores de enfermedad

Dada la heterogeneidad clínica de la artritis psoriásica (AP), durante mucho tiempo se han buscado biomarcadores reumatológicos potenciales que reflejen la respuesta al tratamiento. Con respecto a la respuesta al tratamiento, durante mucho tiempo se han sugerido posibles biomarcadores que incluyan el número de células sinoviales CD3+, proteína C reactiva y metaloproteasa-351 de la matriz, para denominar solo a unos pocos.

En una revisión sistemática reciente del tratamiento, la de respuesta de los biomarcadores sugirió que la PCR y la posterior respuesta a la terapia biológica es potencialmente de gran utilidad clínica, aunque los estudios examinaron solo a pacientes tratados con terapia anti TNF. La capacidad del reumatólogo para diagnosticar con precisión y predecir las respuestas al tratamiento en pacientes con AP sigue siendo una necesidad médica insatisfecha que justifica considerar cuidadosamente en ensayos clínicos futuros.

Métodos de base tecnológica

A medida que las clínicas de reumatología se vuelven cada vez más “digitalmente maduras”, el desarrollo y la integración de la tecnología para apoyar el autocontrol y la autogestión se ha expandido en gran medida. Estas tecnologías brindan una oportunidad única no solo para ayudar a monitorear y guiar el tratamiento sino también para recopilar evidencia del mundo real, de los resultados a largo plazo en pacientes tratados. El uso de la tecnología digital ya ha sido examinado en pacientes con artritis reumatoidea, en diversas aplicaciones, incluyendo el informe de los síntomas antes de la asistencia clínica, el monitoreo remoto, el seguimiento de los síntomas y los síntomas atormentadores, a través de una mayor percepción de los cambios durante la evolución de la enfermedad.

La pandemia de COVID-19 ha presentado importantes desafíos tanto para los reumatólogos como para los pacientes por igual. Junto con las consecuencias directas de la pandemia, el manejo y seguimiento de los pacientes se ha visto gravemente afectada debido a una variedad de factores que incluyen restricciones sociales y de viajes, y redespliegue de profesionales sanitarios. Teniendo en cuenta los desafíos que enfrentan los médicos ante pacientes con AP, se ha explorado el uso de sensores de teléfonos inteligentes como herramienta para medir cuantitativamente los síntomas de la enfermedad.

Recientemente, se desarrollaron 3 nuevas herramientas de medición basadas en sensores de teléfonos inteligentes, como parte de Psorcast para evaluar los síntomas de la AP que afectan determinados dominios. La herramienta Digital Jar Open (N. de la T: mide el rango funcional de movimiento sin dolor de las articulaciones) utiliza el giroscopio para medir la rotación hacia adentro y hacia afuera de cada brazo para generar un puntaje de simetría hacia adentro y hacia afuera, que se normaliza dentro de cada participante.

La herramienta 30-Second Walk (Caminata de 30 segundos) mide la caminata con el teléfono inteligente en el bolsillo, para generar un puntaje de simetría usando PdKit. La Finger Toe Photo (Foto de los dedos de los pies) captura imágenes de los dedos de las manos y los pies, normalizándolas con el ancho contralateral del lecho ungueal para medir el ancho relativo de los dedos.

La valoración de esta novedosa herramienta en los pacientes reclutados hasta el momento ha demostrado que las 3 mediciones basadas en sensores pueden distinguir algunas características clínicas de la AP. Aunque se necesita una mayor validación, estas y otras herramientas de Psorcast podrán prever una autoevaluación remota cuando no se pueden realizar visitas clínicas. Se destaca que la medición longitudinal y frecuente de los síntomas podría ser de gran valor para estudiar la progresión de la enfermedad y evaluar la respuesta al tratamiento.

Además de las herramientas como el Psorcast, también se ha propuesto el uso de Inteligencia Artificial (IA) como herramienta para ayudar a predecir la progresión de la enfermedad y los brotes, e identificar a los pacientes "en riesgo" con mayor propensión a desarrollar AP en un contexto de psoriasis. De hecho, en 2019, EULAR publicó una serie de puntos que los desarrolladores y profesionales sanitarios deben tener en cuenta a la hora de evaluar la implementación de aplicaciones de salud móvil en reumatología.

Además de la IA, el uso de mHealth, también puede resultar útil, tal como lo define la OMS, “el uso de tecnologías móviles e inalámbricas para ayudar a lograr los objetivos de salud, para fomentar el autocontrol de la enfermedad en pacientes con AP”.

El potencial de la mHealth en el manejo de pacientes ha sido revisado por Fagni et al., y aunque los autores son optimistas acerca del potencial de la adopción de mHealth en los pacientes con AP, persisten varias barreras para una implementación exitosa, incluidos los bajos niveles de alfabetización tecnológica entre los pacientes mayores, la falta de aplicaciones de alta calidad en términos de precisión científica y cumplimiento de guías basadas en evidencia.

Puntos de acción:

 1. Establecer mejor la importancia clínica de los biomarcadores, en cohortes mejor definidas.

 2. Debe continuar la validación de nuevas herramientas tecnológicas, para determinar la actividad de la enfermedad y los resultados en los pacientes.

 3. Considerar la implementación de IA para la predicción y previsión de la progresión de la enfermedad y de los síntomas.

Avanzando hacia la prevención de enfermedades

Aunque se ha realizado un esfuerzo importante en el manejo y tratamiento de la AP, cada vez hay más pruebas que sugieren que centrarse en el paciente de mayor riesgo de desarrollar AP puede permitir intervenciones que retarden la aparición de enfermedades o incluso prevenirlas. Por lo tanto, los interrogantes son claros: ¿qué pacientes están en riesgo de desarrollar AP? y ¿cómo puede progresar la enfermedad? ¿Se puede prevenir?

En los últimos años, la teoría de que la psoriasis y, de hecho, la AP, son afecciones superpuestas, ambas promovidas por un a ambiente proinflamatorio ha ganado una fuerza considerable. Ha quedado bien demostrada la existencia de un vínculo estrecho entre la psoriasis como factor de riesgo de la AP. Hasta el 30% de los pacientes con psoriasis tienen manifestaciones sinovioentésicas inflamatorias.

La psoriasis a menudo precede a la afectación inflamatoria de las articulaciones, en un promedio de 7 años, lo que sugiere que hay tiempo suficiente para la intervención.

En esta población de pacientes se han identificado una serie de factores de riesgo que sugieren un mayor riesgo de desarrollar AP, incluyendo una importante gama de mutaciones de histocompatibilidad complejas (MHC), como HLA-Cw*0602, HLA-B27, HLA-B38, HLAB39, así como mutaciones no MHC, aumento del índice de masa corporal y distribución corporal de la psoriasis y su gravedad. Sin embargo. el análisis actual de, los datos disponibles no han logrado encontrar una sola variable que permita predecir adecuadamente la transición a la enfermedad sinovioentésica.

Reflexionar sobre las etapas evidentes de la enfermedad en la AP también puede ofrecer información sobre cómo dirigirse a los pacientes en riesgo de desarrollar AP. Un estudio de consenso Delphi reciente tuvo como objetivo ayudar a definir subgrupos específicos de individuos durante las etapas subclínica y clínica de la AP, para ser usado en estudios de investigación. Tras un proceso Delphi de 3 rondas, se llegó al consenso de 3 términos y definiciones: “mayor riesgo de AP”, “psoriasis con anomalías asintomáticas de la imagen sinovioentésica” y “psoriasis con síntomas musculoesqueléticos no explicados por otro diagnóstico”.

Se espera que la identificación de estos términos permita establecer una población de pacientes bien definida en el estudio de pacientes con riesgo de desarrollar AP. Una revisión sistemática reciente de la literatura y un metaanálisis examinaron una variedad de predictores de AP en pacientes con psoriasis. Los autores identificaron 26 artículos que fueron considerados adecuados para su inclusión y análisis.

Los artículos trataban de pacientes con psoriasis y artralgias e inflamación musculoesquelética en las imágenes, con un alto riesgo de desarrollar AP, con índice de masa corporal aumentado y antecedentes familiares de AP. Estos hallazgos pueden resultar útiles para ayudar a identificar la AP en su fase subclínica, lo que potencialmente permitirá el diseño de ensayos destinados a prevenir el desarrollo de la AP.

También se ha estudiado el rol del tratamiento y el desarrollo de la AP en pacientes con psoriasis. Un estudio retrospectivo no aleatorizado de pacientes con psoriasis en placas, de moderada a grave, que recibieron terapia con agentes antirreumáticos biológicos durante más de 5 años fueron evaluados para detectar el desarrollo de AP, y se analizaron las tasas de incidencia anual y acumulada.

Los autores demostraron que los FARME biológicos pueden retrasar o reducir el riesgo de AP en la psoriasis moderada a grave, lo que sugiere que la modalidad terapéutica puede desempeñar un papel importante en el riesgo a largo plazo. Un estudio de cohorte retrospectivo examinó 193.709 pacientes con psoriasis pero sin AP y mostró que el uso de agentes biológico se asoció con el desarrollo de AP en pacientes con psoriasis, aunque se reconoce que esto puede haber estado relacionado con la confusión por indicación y sesgo protopático.

Por lo tanto, está claro que se requieren más estudios, en particular prospectivos, para dilucidar la relación entre el riesgo y el desarrollo de AP. Junto con los factores de riesgo subyacentes, la transición de la psoriasis a la AP probablemente resulte de la interacción entre los genes, la inmunidad y el medio ambiente.

Se ha propuesto que evoluciona a por etapas. La transición propuesta incluye el establecimiento de un ambiente proinflamatorio junto con la psoriasis, a través de la interacción genética y factores ambientales.

La fase subclínica incluye la activación del eje IL-23/IL-17 junto con la producción de TNF-α. Después de esto se hace evidente una fase subclínica, con la aparición de biomarcadores solubles y sinovioentesitis seguida poco después por una fase prodrómica de artralgias. La fase final produce resultados clínicamente evidentes de AP, con síntomas clásicos como sinovitis, entesitis, dactilitis y enfermedad axial asimétrica. Está claro, por lo tanto, que la identificación temprana de los pacientes antes de que la enfermedad avancen más allá de la fase subclínica de psoriasis-enfermedad AP.

La identificación temprana de estos pacientes sigue siendo desafiante, pero el interés por el papel de biomarcadores que identifiquen a las personas según la estratificación del riesgo de progresión de la enfermedad sigue siendo un área activa de interés en pacientes con AP. Aunque actualmente no se cuenta con biomarcadores validados, las concentraciones séricas iniciales del ligando 10 de quimiocina CXC (CXCL10) elevadas en pacientes con psoriasis se correlacionan con el riesgo de desarrollar AP.

Por otra parte, otros biomarcadores que clínicamente se muestran potencialmente relevantes son M2BP e ITGB5, que son una promesa potencial para ayudar a los médicos a identificar a los pacientes con riesgo de progresión de la enfermedad. Además de la identificación de biomarcadores, el uso de modalidades de imágenes, como la ecografía y la resonancia magnética, puede ayudar a detectar a los pacientes con enfermedad articular silenciosa, aunque aún se desconoce la capacidad predictiva del modo de detección de tales cambios.

Aunque la identificación y el cribado de la AP en pacientes con psoriasis debe continuar siendo un enfoque importante, el mismo debe basarse en los pacientes que presentan enfermedad cutánea antes de que aparezcan los síntomas, lo que no es el caso para todos los pacientes.

El subconjunto de pacientes sin enfermedad de la piel puede requerir estrategias alternativas para asegurar un diagnóstico precoz. Por otra parte, el desarrollo de una herramienta predictiva que utilice datos de pacientes con psoriasis que pueden estar en riesgo de desarrollar AP puede ayudar en el diseño de medidas preventivas.

Puntos de acción:

 1. Es prioridad el esclarecimiento de biomarcadores que permitan predecir cuáles pacientes están en riesgo de progresión de la enfermedad

 2. Establecer el diálogo entre pacientes y profesionales de la salud para determinar la gravedad de la enfermedad, antes de iniciar el tratamiento, para garantizar un equilibrio entre el beneficio terapéutico y cualquier riesgo potencial

 3. Continuar definiendo subgrupos específicos de individuos durante las fases subclínica temprana y clínica de la AP, para su análisis en estudios de investigación preventiva

 4. Aprovechar los diversos métodos de comunicación para educar sobre su enfermedad a la población de pacientes en riesgo.

 5. Desarrollar diseños para estudios intervencionistas para prevenir o retrasar el desarrollo de AP.

Conclusión y guías futuras

Está claro que la comprensión y el tratamiento de la AP ha evolucionado rápidamente en los últimos años. A pesar de los rápidos avances aquí descritos todavía hay una serie de problemas médicos no cubiertos.

Una prioridad clave para médicos y pacientes es poder identificar la enfermedad tempranamente y facilitar el acceso rápido al tratamiento. Aunque en los últimos años se hicieron variados esfuerzos para abordar estos desafíos, el progreso y la implementación ha sido lenta, a menudo acompañado por expectativas poco realistas.

Los autores creen que la comunidad AP se encuentra al borde del precipicio: Ahora es el momento de hacer una pausa, reflexionar, consolidar ideas y buscar las vías más apropiadas para explorar y lograr una atención óptima del paciente, con mejores resultados.





Diagnóstico de Artritis Psoriática

Rev.Colomb.Reumatol. vol.16 no.4 Bogotá Oct./Dec. 2009

 Introducción

Hasta los primeros años de la década de los sesenta, la aparición de una artropatía inflamatoria en el contexto de un paciente con antecedente de psoriasis, era considerado como una coincidencia clínica en la aparición de 2 patologías distintas: artritis reumatoide y psoriasis1. Con los trabajos de Wright en 19592 y Baker en 19633, pioneros en su época, se establecen las bases para comenzar a hablar de una entidad nueva: la artritis psoriática (AP). En 1964, el Colegio Americano de Reumatología (en ese entonces llamada Asociación Americana de Reumatismo) considera a la AP como una entidad clínica distinta, incluyéndola dentro de la clasificación de enfermedades reumáticas4.

La psoriasis es una enfermedad crónica de la piel, con características inflamatorias y de hiperproliferación cutánea que afecta al 1 a 2% de los habitantes de los Estados Unidos. Su prevalencia en la población general varía entre diferentes zonas geográficas, con datos que varían entre 0 a 11.8%. Puede aparecer a cualquier edad, pero es más común su inicio entre los 15 y 30 años. En cuanto a la distribución por género, hay una distribución uniforme entre hombres y mujeres5-9.

La AP es una artropatía inflamatoria crónica de las articulaciones periféricas, columna y entesis, asociada con la presencia de psoriasis y caracterizada por unos subtipos fenotípicamente distintos y un curso clínico variable10. Hace parte del grupo de las espondiloartropatías (EAS), junto con la espondilitis anquilosante (EA), artritis reactiva, artritis relacionada con enfermedad inflamatoria intestinal (enfermedad de Crohn y colitis ulcerativa) y espondiloartropatía no diferenciada (EASND)11-12. La prevalencia exacta de AP es desconocida y su cálculo ha resultado históricamente difícil por la falta de unos criterios diagnósticos que sean ampliamente aceptados por la comunidad médica reumatológica13. Se considera su prevalencia aproximada entre 0.04 a 0.2% de la población general y entre el 6 al 39% de los pacientes con psoriasis14-19, con una tendencia al aumento en su prevalencia general en los últimos años20. La prevalencia y en general el perfil epidemiológico de la AP presentan importantes variaciones entre diferentes países y zonas del mundo, por lo que se presume la participación de factores genéticos y medio ambientales en la patogénesis y desarrollo de la enfermedad21.

Características Clínicas de la AP

En general, los hallazgos clínicos de la AP incluyen tendinitis, entesitis, dactilitis y artritis; ésta última se presenta usualmente en un patrón mono u oligoarticular en los estadios iniciales, que gradualmente va afectando a un mayor número de articulaciones pudiendo llevar a un compromiso poliarticular22, con una predilección por las articulaciones interfalángicas distales (IFD) y el esqueleto axial23. Durante mucho tiempo se consideró que el compromiso articular en la AP era de menor severidad que el observado en la artritis reumatoide (AR), pero hoy en día sabemos que cerca del 20% de los casos de AP siguen un curso clínico severo, pues después de 2 años, 47% de los pacientes tiene al menos una erosión ósea y después de 10 años más del 50% de los pacientes tiene deformidades en por lo menos 5 articulaciones, lo cual puede llevar a secuelas funcionales con alteración en la calidad de vida24-26.

A continuación nos referiremos a cada uno de los hallazgos clínicos de esta entidad.

Compromiso articular: La AP afecta tanto al esqueleto axial como al periférico. Wright y Moll describieron 5 patrones de compromiso clínico:

  1. Poliarticular, con artritis simétrica, semejante a la AR (15% de los pacientes)
  2. Oligoarticular (4 o menos articulaciones) con artritis asimétrica (70% de los pacientes)
  3. Compromiso predominante de AID (5% de los pacientes)
  4. Predominio de espondiloartritis (5% de los pacientes)
  5. Artritis mutilante (5% de los pacientes).

Actualmente, se acepta que estos patrones pueden ser útiles en la clasificación de la APs, sobre todo al inicio de la enfermedad; sin embargo, un paciente puede ser clasificado en más de una categoría, ya que los patrones pueden cambiar a lo largo del tiempo27, por lo que hoy en día ya no es tan práctica su utilización. También, por la llegada de nuevos criterios diagnósticos, que revisaremos más adelante en el presente artículo.

A diferencia de la AR que característicamente se presenta en forma simétrica y poliarticular, la AP compromete las articulaciones en forma asimétrica, usualmente como una mono u oligoartritis, aunque también se puede presentar como poliartritis28, usualmente en estadios mas avanzados de la enfermedad, sin embargo, la distribución del compromiso articular tiende a seguir un patrón en forma de rayo, es decir, que es más probable la afectación de todas las articulaciones de un mismo dedo, que la misma articulación en ambas manos, lo cual es típico de la AR; esto puede explicar la tendencia a la asimetría que ocurre incluso en la forma poliarticular en la ApS. Las articulaciones IFD se ven frecuentemente afectadas, lo cual puede ser un aspecto valioso a la hora de hacer el diagnóstico diferencial con AR, pero puede ser un punto de confusión con la osteoartrosis, entidad que también compromete en forma importante a este grupo de articulaciones29. La dactilitis o dedo en salchicha, es una manifestación característica de AP, presente en cerca la mitad de los pacientes; se produce por una combinación de sinovitis de las articulaciones de los dedos afectados y tendinitis30, usualmente de los tendones flexores. Los dedos con dactilitis tienen mayor riesgo de desarrollar erosiones óseas, lo cual sugiere que la presencia de dactilitis es un factor pronóstico en cuanto a la evolución de la enfermedad31. La espondiloartritis ocurre en 40% de los pacientes con AP32, presentándose en una menor proporción con relación a la artritis periférica. Se manifiesta con inflamación de las articulaciones sacroilíacas (usualmente unilateral), con dolor lumbar bajo o dolor glúteo de características inflamatorias asociado además a rigidez matutina33. La entesitis (inflamación del tendón o el ligamento en su sitio de inserción en el hueso) es un hallazgo característico de las EAS y dentro de éstas, muy especialmente en la AP, encontrándose hasta en un 38% de los casos al momento de la presentación34. Las entesis más frecuentemente afectadas son las inserciones de las fascia plantar y el tendón de Aquiles. Otros puntos que pueden verse comprometidos incluyen los tendones del cuádriceps y patelar, la cresta ilíaca y los epicóndilos35. Un último hallazgo importante de mencionar en cuanto al compromiso articular por AP es la presencia de artritis mutilante, la cual es una forma de daño articular erosivo y deformante que afecta a las articulaciones pequeñas de las manos y los pies y está acompañada por osteolisis de las falanges. Afortunadamente, este tipo de presentación tiene una muy baja frecuencia (menos del 5%)36. Finalmente, cabe anotar que los hallazgos clínicos de psoriasis usualmente preceden a las manifestaciones articulares37 hasta en 10 años17. En 75 a 85% de los casos, la artritis es posterior al desarrollo de la psoriasis38 y en alrededor de 15% de los pacientes, la artritis puede preceder a la aparición de las lesiones psoriáticas39- 40, como se evidenció en un estudio de cohorte de Hong Kong en el que 21 de 111 pacientes (18.9%) presentaron artritis antes de la psoriasis con una media de 5.4 años (+ - 4.8, rango de 1 mes a 21 años)41.

Compromiso extra articular: Hay que recordar que la AP es una enfermedad sistémica que puede afectar varios órganos y tejidos, pero que a diferencia de otras EAS, lo hace con una baja frecuencia42. Dentro de los órganos afectados se pueden encontrar: ojo (conjuntivitis, iritis, escleritis y epiescleritis), corazón, pulmones, riñones; pero como se dijo previamente, todos con un muy bajo porcentaje de presentación. Adicionalmente, se ha encontrado una mayor prevalencia de enfermedad inflamatoria intestinal en pacientes con AP43.

Características de laboratorio: No existe ningún examen de laboratorio específico para AP44. Típicamente se ha considerado la negatividad del factor reumatoide como un criterio para considerar el diagnóstico de AP, incluso hace parte de algunos criterios de clasificación para esta entidad (Moll y Wright, Bennett, Fournié y CASPAR) pero debe tenerse en cuenta que el factor reumatoide puede encontrarse positivo por otras patologías y no puede excluir por sí solo el diagnóstico de AP45, pues en caso de encontrarse en un paciente, puede tratarse de un falso positivo para AR. En el caso de los anticuerpos anti péptido cíclico citrulinado (anti CCP), los cuales, como es conocido, tienen una alta sensibilidad y especificidad para el diagnóstico de AR, se han encontrado en 5% a 10% de pacientes con AP46-48, incluso un estudio muestra un mayor porcentaje (33% de los pacientes con artritis psoriática), sin que estos pacientes llenen criterios de clasificación del ACR para AR. Estos pacientes son considerados con riesgo de desarrollar AR en forma posterior46, pero no se ha demostrado asociación entre AP y anti CCP. Los reactantes de fase aguda como velocidad de sedimentación globular (VSG) y proteína C reactiva (PCR) se encuentran elevados en los pacientes con AP pero con una menor frecuencia y en menor valor con relación a los pacientes con AR.

Características radiológicas: Los hallazgos radiológicos más comunes en AP son: la disminución del espacio articular y las erosiones óseas que afectan las articulaciones IFD y proximales49. Característicamente, estos hallazgos son asimétricos, en la misma forma que sucede con la presentación clínica de la enfermedad. Como hallazgos distintivos de la AR, en el caso de la AP no se encuentra con tanta frecuencia osteopenia yuxta articular, y en caso de presentarse, es leve. Además, las articulaciones metacarpofalángica y de la muñeca se encuentran usualmente respetadas, lo cual no sucede en la AR. Adicionalmente se pueden encontrar erosiones y resorción ósea, que en caso de comprometer a las falanges distales puede llevar a las lesiones conocidas como en "punta de lápiz"50. Se puede encontrar sacroilitis y espondilitis con osificación paravertebral, pero estos hallazgos no son específicos de la enfermedad51. Como característica radiológica adicional a tener en cuenta, la AP puede producir cambios proliferativos adyacentes a lesiones osteolíticas y erosivas en el mismo hueso (periostitis).

Criterios Diagnósticos para AP

A pesar de un mayor conocimiento sobre su fisiopatología y características clínicas, la AP es una entidad que aún genera dificultades diagnósticas en la práctica clínica diaria, pudiendo llegar a constituirse en un verdadero desafío diagnóstico para el reumatólogo y aún más en el caso del médico que no tiene familiaridad con las patologías reumatológicas. Para intentar superar este problema, se han propuesto múltiples criterios de diagnóstico y clasificación a lo largo de las últimas últimas 4 décadas, (Figura 1) pero estos esfuerzos han llegado a agravar aún más la situación por la multiplicidad de criterios que pueden llegar a generar confusión entre los médicos.

Los primeros criterios propuestos fueron los de Moll y Wright52 en 1973 (sensibilidad: 91%, especificidad 98%), quienes definen a la artritis psoriática como la presencia de una artritis inflamatoria asociada a psoriasis y el factor reumatoide "generalmente" negativo (Tabla 1)

En 1979, Bennet53 propone que para poder clasificar un paciente como artritis psoriática, debe cumplir dos criterios obligatorios: la presencia de psoriasis clínica e inflamación articular; además, éstos se deben complementar con unos criterios de soporte, que incluyen diversos hallazgos clínicos, de laboratorio y radiológicos (Tabla 2)

Los criterios de Vasey y Espinoza54 propuestos en 1984 simplifican los criterios propuestos 5 años antes por Bennett, proponiendo que la presencia de psoriasis, además de documentar clínica o radiológicamente una artropatía axial o periférica, hacen considerar la presencia de AP (Tabla 3).

En 1991 son publicados los criterios del grupo de estudio europeo para las espondiloartropatías55, los cuales fueron propuestos originalmente para realizar una clasificación de las espondilioartritis como grupo; sin embargo, en su definición están implícitos unos criterios para la clasificación de la AP. Cabe anotar, además, que estos son los primeros criterios en los que se admite una clasificación de AP sin que haya psoriasis cutánea55 (Tabla 4).

En 1999 aparecen 2 nuevos criterios de clasificación para AP. Los propuestos por McGonagle57 y los criterios de Fournié58. Los criterios de McGonagle proponen una definición de AP basados en la entesopatía. Los criterios originales tenían a la resonancia magnética nuclear como método de evaluación radiológica de la entesitis, lo que los hacía poco prácticos con fines de tamizaje, pero el autor posteriormente propone como válida la utilización de radiografías simples para la evaluación de la entesitis (Tabla 5). Los otros criterios que aparecen al final de la década de los 90's son los de Fournié, los cuales se obtienen a partir de datos derivados de una población de pacientes diagnosticados por reumatólogos de una clínica con: AP, espondilitis anquilosante, y AR. Los componentes de estos criterios se obtuvieron a partir de datos clínicos evaluados en forma retrospectiva mediante modelos de regresión logística y análisis discriminante. Estos criterios, a diferencia de todos sus predecesores, son los únicos en utilizar una suma de puntos para establecer el diagnóstico de AP, de tal forma que con 11 puntos o más se considera este diagnóstico (Tabla 6). Cabe anotar que según la distribución de este puntaje, un paciente puede tener diagnóstico de AP sin presentar psoriasis ni artritis, así: si presenta historia familiar de psoriasis (3 puntos), factor reumatoide negativo (4 puntos) y HLA-B17 positivo (6 puntos) con lo que se alcanza la puntuación necesaria para hacer el diagnóstico.

Finalmente, en agosto del año 2006 fueron publicados los criterios de CASPAR: ClASsification criteria for Psoriatic ARthritis59 (Tabla 7). Estos nuevos criterios fueron desarrollados por un grupo internacional de investigadores con experiencia acreditada en el estudio de la AP. El estudio evaluó la utilidad de los diversos criterios existentes para la clasificación de la AP y desarrolló unos nuevos de acuerdo a los datos observados. Los datos fueron recolectados en forma prospectiva de pacientes con artritis psoriática (n=588) y controles (n=536) con otras patologías reumatológicas: AR (70%), EA(13%), artritis indiferenciada (7%), enfermedades del tejido conectivo (3%) y otras enfermedades (5%). A diferencia de los 6 anteriores criterios para la clasificación de la AP, Los criterios de CASPAR son los primeros que se basan en datos prospectivos. En cuanto a los resultados obtenidos en términos de sensibilidad y especificidad, los criterios de CASPAR no superan a algunos criterios ya existentes como los de Vasey y Espinoza, con una menor sensibilidad, aunque con mayor especificidad (Tabla 8), pero lo que contribuye a su mayor solidez es la metodología empleada en su elaboración, que los diferencia claramente de sus predecesores. En la Tabla 9 se resumen cada uno de los aspectos clínicos y paraclínicos que conforman los diferentes criterios de clasificación que hemos estudiado en el presente artículo.

Han pasado 36 años desde la aparición de los primeros criterios de clasificación de la AP y son muchos los avances que se han logrado a lo largo de este tiempo. Si bien han aparecido nuevas técnicas de imágenes diagnósticas que incluso hacen parte de algunos criterios y a pesar de la llegada de nuevas técnicas de laboratorio que han permitido tipificar el HLA, con su respectiva asociación hacia esta patología, la clínica permanece y permanecerá como pilar fundamental para llegar al diagnóstico de AP, con todas las características que el buen clínico puede encontrar a través de una adecuada anamnesis y un examen físico minucioso, detallado y adecuadamente dirigido. La multiplicidad en criterios de clasificación para AP, más que convertirse en una debilidad que pueda llevar a confusión en la práctica clínica diaria, debe llevarnos al estudio más profundo de esta entidad, aprovechando la rica experiencia de varios grupos de investigación a lo largo de los últimos años; que en últimas nos pueda conducir a una mejor aproximación diagnóstica y terapéutica hacia nuestros pacientes.


Referencias

Espondiloartritis

 Grupo heterogéneo de enfermedades caracterizado por la inflamación crónica de las entesis y otras estructuras anatómicas, que causa sacroileitis, entesitis y artritis periféricaAutor/a: Pilar S. del Río-Martínez EMJ. 2016;1[3]:96-102

Resumen

Clásicamente, los pacientes con espondiloartritis (EspA) se clasifican en cinco subgrupos: espondilitis anquilosante (EA), artritis soriásica (AS), artritis asociada con enfermedad intestinal inflamatoria  (EII), artritis reactiva y EspA indiferenciada. Si bien no se sabe a ciencia cierta, se considera que la patogenia es multifactorial, debida a la  interacción entre factores de riesgo genéticos y desencadenantes ambientales, que producen la activación de la autoinflamación y la autoinmunidad. Este grupo de enfermedades se caracteriza por la inflamación crónica de las entesis y otras estructuras anatómicas, que causa sacroileitis, entesitis y artritis periférica. Otra característica distintiva de la EspA es la asociación con manifestaciones extrarticulares, como soriasis, uveítis y EEI.

Los criterios de la Assessment of Spondyloarthritis International Society (ASAS) clasifican la EspA en dos grupos: EspA axial,(que incluye la EA clásica y la EspA axial no radiográfica) y la EspA periférica. El tratamiento de la EspA progresó mucho. La  introducción del tratamiento biológico mejoró el pronóstico funcional y clínico de los pacientes.

El término espondiloartritis (EspA) comprende un grupo heterogéneo de enfermedades con ciertas características en común que las diferencian de otras enfermedades reumáticas: los antecedentes familiares, la patogenia, la asociación con HLA-B27, la relación con infecciones gastrointestinales o genitourinarias y un cuadro clínico similar caracterizado principalmente por entesitis, sacroileitis y artritis.1

El grupo comprende la espondilitis anquilosante (EA), la artritis soriásica (AS), la artritis asociada con la enfermedad intestinal inflamatoria (EII), la artritis reactiva y la EspA indiferenciada.1 Sin embargo, en la fase inicial de la enfermedad puede ser difícil clasificar a los pacientes. Los criterios de la Assessment of Spondyloarthritis International Society (ASAS) permiten clasificar a los pacientes con EspA según los síntomas predominantes en: EspA axial (Figura 1) y EspA periférica (Figura 2).2-4

Figura 1. Evaluación de los criterios de clasificación de la Spondyloarthritis International Society para la espondiloartritis axial. Para emplear en pacientes con lumbalgia ≥3 meses y edad de inicio <45 años. 
Figura 2.  Evaluación de los criterios de clasificación de la Spondyloarthritis International Society para la espondiloartritis periférica.
 


≈ EPIDEMIOLOGÍA

La prevalencia de EspA depende de los antecedentes genéticos, especialmente la frecuencia de HLA-B27, la etnia y la distribución geográfica de la población en estudio. Por lo tanto la prevalencia varía y se estima que es del 0,1–2,5%.

≈ PATOGENIA

La patogenia es el resultado dela compleja interacción entre los factores de riesgo genéticos y los desencadenantes ambientales que activan la autoinmunidad y la autoinflamación.

 Factores de riesgo genéticos

La herencia es poligénica y se relaciona con varios factores genéticos. La posibilidad de heredar la EA es >90%.6 Los familiares de primero, segundo y tercer grado de pacientes con EA tienen un riesgo relativo del 94%, 25% y 4%, respectivamente, de sufrir la enfermedad.7

La importancia de la microbiota intestinal anormal y de las infecciones en la aparición de la enfermedad articular se confirmó en varios estudios

Los principales factores genéticos asociados con la EspA son:

Genes CMH

El HLA-B27 es al factor genético más importante en la EA. Está presente en el 85–95% de los pacientes blancos con EA, aunque sólo el 7–8% de los portadores de HLA-B27 en la población general sufren EA.El HLA-B27 también se asocia en menor grado con otras formas de EspA 7,9. El HLA-B27 está codificado por un alelo clase I de la región HLA-B del complejo mayor de histocompatibilidad. Varias hipótesis diferentes explican la función del HLA-B27 en la patogenia de la EspA.

 Hipótesis de los péptidos artritogénicos

Ciertos péptidos microbianos muy similares a los autopéptidos podrían imitarlos y causar reactividad de los linfocitos T, produciendo autorreactividad y enfermedad autoinmune. 10-12 La validez de esta hipótesis se cuestiona, ya que ratones con HLA-B27 pueden sufrir artrosis en ausencia de células T CD8+.13

 Hipótesis de los homodímeros de cadena pesada

Las cadenas pesadas de HLA-B27 pueden formar dímeros estables que afectan a los receptores de varios tipos de células de manera diferente a la estructura convencional de modo que pueden ser reconocidas por los receptores de los linfocitos citolíticos naturales, creando un proceso inflamatorio. Los receptores leucocitarios que podrían reconocer a los homodímeros son: LILRA1, LILRB2, KIR3DL1 y KIR3DL2.14

 Hipótesis del plegado erróneo de HLA-B27

Debido a varios motivos, el proceso de plegado de HLA-B27 es más lento que otros alelos de HLA y podría generar proteínas de plegado erróneo que se acumulan en el retículo endoplásmico, provocando activación de la autofagia y la vía IL23/17.14

Se caracterizaron más de 100 subtipos de HLA-B27, si bien no todos tienen el mismo grado de asociación con la EspA/EA. B27:02, 04 05 tienen fuerte asociación con la EA. Otros alelos de HLA-B, como HLA-B60, B39, B38, y B40 se asociaron con la EA.14

 Genes no CMH

Estudios de asociación del genoma completo involucraron a varios genes en la patogenia de la EspA agrupados en varias clases funcionales.

Polimorfismos en la aminopeptidasa 1 y 2 del retículo endoplásmico (ERAP1 ERAP2 por las siglas del inglés) tienen una fuerte asociación con la EspA. Aún no se sabe el mecanismo por el que ERAP1 predispone a la EspA, ni tampoco el mecanismo por el que ERAP2 afecta el riesgo de sufrir la enfermedad.

 Vía de IL17/23

Estudios de asociación del genoma completo identificaron la asociación con genes para el receptor de IL23 (IL23R), así como la tirosina cinasa 2 (TYK2) y el transductor de señales y activador de la transcripción (STAT3), que participan en la vía de IL23R. Nuevas opciones terapéuticas contra estos blancos fueron eficaces.16

Otros genes no-CMH implicados son la familia del gen receptor del factor de necrosis tumoral (TNF por las siglas del inglés) y los genes que modulan la activación y la diferenciación de los linfocitos CD4+ o CD8+.

 Desencadenantes ambientales

La importancia de la microbiota intestinal anormal y de las infecciones en la aparición de la enfermedad articular se confirmó en varios estudios. De los pacientes con EII el 10–20% sufre sacroileitis y muchos pacientes con EA tienen lesiones inflamatorias microscópicas en la biopsia sin padecer síntomas. En otros casos, como la artritis reactiva y el síndrome de Reiter, la artritis aparece poco después de una infección gastrointestinal o genitourinaria.16

La importancia del estrés mecánico en la inflamación y la formación de hueso se analizó ampliamente en la literatura sobre la patogenia de la EspA. El “complejo sinovio-entésico” representa la integración sofisticada entre las inserciones y la sinovial adyacente. Los fibrocartílagos en las inserciones son proclives al microdaño o a la reparación tisular aberrante que se puede manifestar como tenosinovitis o sinovitis adyacente, debido a que la sinovial es rica en células inmunitarias y a su capacidad para experimentar hiperplasia y crecimiento intravascular.

Debido a esto la entesis es un lugar preferencial donde las moléculas de las bacterias se pueden depositar. El microdaño y la deposición bacteriana en el contexto de HLA-B27 podrían llevar a los cambios inflamatorios característicos de la EA. La secuencia de inflamación entésica seguida de formación de nuevo hueso no está demostrada formalmente, aunque estudios de resonancia magnética (RM) sugieren que la formación de nuevo hueso se produce preferencialmente en las lesiones inflamatorias avanzadas de la columna, caracterizadas por procesos reparativos, como la esclerosis ósea.18

Las lesiones agudas se resuelven sin secuelas, pero en las lesiones inflamatorias crónicas, la resolución del proceso produce metaplasia grasa y formación de hueso, por lo tanto el estrés mecánico participa en la progresión de la enfermedad.19

Modelos en animales mostraron la etiología multifactorial de la EspA con modelos de estrés genómico (HLA-B27), microbiano y biomecánico dando forma a los fenotipos de la enfermedad.


≈ CUADRO CLÍNICO

En los pacientes con EspA axial la lumbalgia es característica. Los pacientes con EspA axial o periférica pueden sufrir artritis, entesitis y dactilitis.

► Lumbalgia

La lumbalgia crónica afecta aproximadamente al 20% de la población general, pero una proporción reducida de estos pacientes sufre EspA axial. 21 Por lo tanto, la lumbalgia de la EspA axial se describe como ‘lumbalgia inflamatoria’. Se la halla en el 70–80% de los pacientes con EspA axial y se caracteriza por: edad de inicio <45 años, inicio insidioso, evolución >3 meses, mejora con el movimiento y con los antiinflamatorios no esteroides (AINE), pero no con el reposo22.

Se asocia con rigidez matinal y dolor nocturno. La etapa inicial de la enfermedad es intensa y el dolor se puede irradiar a la columna dorsal o la pelvis. La sacroileitis se puede manifestar como dolor alternante en ambas zonas glúteas y es muy específico para la EspA axial y la EA. También puede estar afectada la columna cervical y, con menor frecuencia la columna torácica, especialmente en la EA, con pérdida de la amplitud de movimientos.

► Artritis periférica

A menudo afecta las extremidades inferiores, especialmente las rodillas y los tobillos y se asocia con tumefacción. Es aguda, no erosiva, asimétrica y oligoarticular.23 La artritis de cadera y hombros es frecuente en la EA.24

► Entesitis

La entesitis es característica de la EspA. La entesis es el lugar de inserción de los ligamentos, los tendones, la cápsula articular o la fascia en el hueso. El lugar más común de la entesitis es el tendón de Aquiles. También se pueden afectar las crestas ilíacas, las uniones costocondrales del esternón, los trocánteres mayores y las mesetas tibiales. La entesitis produce tumefacción y dolor a la palpación.24

► Dactilitis

La dactilitis es la inflamación total de los dedos y manos y pies, que a veces les confiere aspecto de salchichas. Es sobre todo característica de la AS y de la artritis reactiva, pero no es una característica específica de la EspA. Se la observa en la sífilis, la tuberculosis y la sarcoidosis.25 Puede ser aguda, con signos inflamatorios o crónica, a menudo no dolorosa. La dactilitis puede afectar uno o más dedos de las manos y/o los pies, de manera asimétrica.

► Características no articulares

Las siguientes son características de las enfermedades del espectro de la EspA:

Afectación ocular: La uveítis anterior unilateral es un síntoma de la EspA, especialmente en pacientes HLA-B27y puede ser el motivo de consulta inicial. Suele responder al tratamiento local. También se puede asociar la conjuntivitis transitoria no purulenta 26,27

Enfermedad intestinal inflamatoria: la enfermedad articular relacionada con la EspA es la característica extraintestinal más frecuente de la EII. La EII se diagnostica en el 10% de los pacientes con EA. Por otro lado, la EA se diagnostica en el 3–10% de los pacientes con EII, aunque el 15–50% de los pacientes tienen sacroileitis en los estudios por imágenes. El 60% de los pacientes con EA tienen inflamación microscópica de la mucosa intestinal sin síntomas de EII 28,29

► Otras características clínicas

Son la insuficiencia aórtica, las alteraciones de la conducción, las manifestaciones neurológicas secundarias a fracturas de columna o a subluxación atlantoaxoidea, la amiloidosis y la osteoporosis.20


≈ DIAGNÓSTICO

► Exámenes complementarios

No hay análisis que sean absolutamente específicos de la EspA. Los marcadores más empleados en la práctica son el HLA-B27, la proteína C-reactiva (PCR) y la eritrosedimentación (ESR).

En la mayoría de los grupos étnicos, el >90% de los pacientes con EA y el 50–70% de los pacientes con otras formas de EspA son positivos para HLA-B27 y se los incluye en los criterios de la ASAS. Sin embargo, el HLA-B27 positivo no es por sí mismo diagnóstico de EA o EspA. El HLA-B27 es especialmente útil para el diagnóstico de la EA axial no radiográfica en combinación con la RM. La combinación de sacroileitis grave en la RM con la positividad de HLA-B27 es un excelente factor pronóstico de futura EA.30

La PCR y la eritrosedimentación tienen baja sensibilidad y especificidad. El aumento de la PCR se incluye en la clasificación de EspA axial de la ASAS; sin embargo, el aumento de la PCR y la eritrosedimentación están presentes sólo en el 40–50% de los pacientes con EA.31 Esta proporción puede ser mayor en las formas periféricas como la AS. Es decir que los valores normales de la PCR y la eritrosedimentación no descartan el diagnóstico de enfermedad activa o de EA.

► Datos radiográficos

♦ Radiografías simples. Varios datos característicos se pueden observar en pacientes con EspA, aunque no aparecen en las etapas tempranas de la enfermedad. En la EspA axial, el dato más específico es la sacroileitis. Los pacientes considerados como EspA axial no radiográfica no tienen datos radiográficos de sacroileitis. Los sindesmofitos (osificación originada en los ligamentos intervertebrales que puede unir los cuerpos vertebrales) también son muy específicos de la EspA y se los puede observar en ausencia de sacroileitis.31, 33

En las radiografías de las articulaciones periféricas y las entesis se observan cambios variables según los diferentes tipos de EspA. En la EspA axial, las articulaciones más afectadas son las caderas, donde puede haber extensos cambios destructivos.31 Los cambios radiográficos en las articulaciones periféricas son comunes en los pacientes con AS, incluso en las primeras etapas de la enfermedad. Estos cambios, muy característicos de la EspA, muestran la coexistencia de cambios erosivos con nueva formación ósea dentro de la misma articulación o en diferentes articulaciones dentro del mismo dedo. Erosiones esponjosas se pueden observar en zonas de entesitis en pacientes con EspA, como los talones, aunque no son específicos de ésta.34

♦ Resonancia magnética. La RM es una importante herramienta diagnóstica en las primeras etapas de la enfermedad, cuando aún no se hallan alteraciones en las radiografías simples. Los datos de RM de las articulaciones sacroilíacas se incluyen en los criterios de la ASAS. Se pueden ver lesiones inflamatorias agudas de las articulaciones sacroilíacas, que se observan como edema intenso de la médula ósea en la secuencia short-tau inversion recovery (STIR) o en T2 con imágenes de absorción de grasas. El edema de la médula ósea no es exclusivo de la EspA y puede aparecer en tumores malignos, infecciones y en la osteitis condensante del íleo. En la RM de la columna aparecen lesiones triangulares en uno o más ángulos de las vértebras.31

♦ Otros estudios por imágenes. La ecografía es útil para la entesitis. Muestra imágenes hipoecoicas, aumento del grosor de las inserciones tendinosas, calcificaciones, entesofitos y actividad en el power Doppler 35

 Criterios de clasificación

Los criterios ASAS permiten clasificar a prácticamente todos los pacientes con EspA según los síntomas predominantes en la EspA axial o periférica. Estas clasificaciones también incluyen los datos de la RM y permiten clasificar las formas tempranas y no radiográficas. La sensibilidad de los criterios ASAS para la EspA axial es del 82,95% y la especificidad del 84,4%. Para la EspA periférica, la sensibilidad estimada de los criterios ASAS es del 75% y la especificidad del 82,2%.2-4


≈ TRATAMIENTO

El objetivo principal del tratamiento de la EspA es disminuir la actividad de la enfermedad y detener el daño articular, mejorando la calidad de vida y conservando las capacidades funcionales, la autonomía y la participación social de los pacientes.

El tratamiento farmacológico de la EspA axial es diferente del de la EspA periférica. Los AINE y los bloqueantes anti TNF son la piedra angular del tratamiento de la EspA axial. Los antirreumáticos no biológicos modificadores de enfermedad (nb-DMARDs por las siglas del inglés) son esenciales para la EspA periférica.

► AINE

Según ASAS y la European League against Rheumatism (EULAR), los AINE, entre ellos los antagonistas selectivos de la ciclo-oxigenasa-2, son el tratamiento de primera línea de la EspA, especialmente la EspA axial.36 Con frecuencia la lumbalgia mejora en pacientes con EA tratada con AINE, con respuesta clínicamente significativa en más del 70% de los pacientes.

► Corticoides

Las inyecciones intrarticulares de corticoides se pueden emplear en la monoartritis, la entesitis y la dactilitis. Los corticoides sistémicos no se recomiendan habitualmente para tratar la afectación axial debido a su ineficacia en los síntomas axiales. En la EspA periférica los corticoides sistémicos pueden ser útiles en tratamientos breves en las formas graves con la dosis más baja posible37.

► Antirreumáticos no biológicos modificadores de enfermedad

El metotrexato, el leflunomide y la sulfasalazina son generalmente ineficaces para las manifestaciones axiales, pero son útiles en la EspA periférica. Aunque el metotrexato es el nb-DMARD más empleado, la elección se puede basar sobre las características clínicas del paciente, considerando también la coexistencia de manifestaciones extrarticulares. El metotrexato puede mejorar la soriasis y el metotrexato y la sulfasalazina son útiles para la uveítis o la enfermedad intestinal 37,38

► Antirreumáticos biológicos modificadores de enfermedad

Los tratamientos bloqueantes del TNF-α son el único tratamiento eficaz para los pacientes con EspA axial que no responden al tratamiento de primera línea con AINE. La eficacia de cada uno de los bloqueantes del TNF (adalimumab, infliximab, etanercept, golimumab, and certolizumab pegol) es fuerte y similar para la EA activa.28 La elección depende de la preferencia del paciente, la experiencia del médico con el fármaco, las enfermedades concomitantes y las manifestaciones extrarticulares.

El adalimumab y el etanercept son útiles para tratar la soriasis. El infliximab y el adalimumab mejoran la uveitis.

El infliximab y el adalimumab se emplean en la EII (enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa).

El golimumab mejora la colitis ulcerosa y el certolizumab pegol mejora la enfermedad de Crohn.8,27,28

Todos los bloqueantes del TNF-α también son eficaces para la enfermedad periférica que no responde a los nb-DMARDs. El ustekinumab, un anticuerpo monoclonal inmunoglobulina totalmente humano contra el IL-12 a 23 es eficaz para tratar la AS y la soriasis.29 La investigación de nuevos blancos para el tratamiento de la EspA evoluciona constantemente y muchos nuevos fármacos estarán disponibles en breve, mejorando las herramientas terapéuticas para la EspA.

Resumen y comentario objetivo: Dr. Ricardo Ferreira

Tratamiento de la espondilitis anquilosante

 El tratamiento con etanercept durante cuatro meses produjo una mejoría rápida, significativa y sostenida en los pacientes con espondilitis anquilosante.Autor/a: Dres. Gorman JD, Sack KE, Davis JC Jr N Engl J Med 2002 May 2;346(18):1349-56

Objetivo
Debido al  importante papel que tiene el TNFa en las espondiloartritides, los autores realizaron este estudio aleatorizado, doble ciego y controlado con placebo, para probar la eficacia del etanercept, una proteína de fusión dimérica del receptor del TNF humano recombinante (p75)-kD ligado a la porción Fc de la IgG1 (Enbrel, Immunex, Seattle) en el tratamiento de la EA.

Métodos:

Un grupo de 40 pacientes con EA inflamatoria activa fue asignado al azar para recibir inyecciones subcutáneas de etanercept (25 mg) durante dos semanas, o placebo durante 4 meses. El primer punto final correspondió a la mejoría de las evaluaciones de la rigidez matinal, el dolor de la columna vertebral, la función, la evaluación global del paciente en cuanto a la actividad de la enfermedad y la tumefacción articular. Los autores autorizaron a los pacientes a continuar durante el estudio con las dosis habituales de antiinflamatorios no esteroides, corticosteroides orales (³10 mg/día), y fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (inyecciones de oro, £50 mg/mes; metotrexate, £20 mg/semana, sulfasalazina, £3 g/día). Para evaluar el dolor se utilizaron principalmente escalas de cinco puntos y la visual análoga. Para mayor detalle sobre las diferentes mediciones realizadas, ver el original.

Resultados:

Según los autores, el tratamiento con etanercept produjo una mejoría significativa y sostenida. A los 4 meses, encontraron que el 80% de los pacientes del grupo etanercept tuvo respuesta terapéutica, mientras que esa mejoría solo se encontró en el  30% de los pacientes del grupo placebo. La mejoría en el grupo etanercept superó significativamente a los valores basales de diferentes mediciones de la actividad de la enfermedad, incluyendo la rigidez matinal, el dolor de columna y la función, la calidad de vida, la entesitis, la expansión torácica, la velocidad de eritrosedimentación y la proteína C reactiva.
El análisis longitudinal demostró que la respuesta terapéutica fue rápida y no disminuyó a lo largo del tiempo. El etanercept fue bien tolerado, y no hubo diferencias significativas en las tasas de cuadros adversos entre los dos grupos.